Texto: Indira Garcia
Imagina que un día abres Netflix y mágicamente te crece el fleco, traes pantalones entubados y el delineador de tu mamá: es 2009 otra vez, ha empezado EMO El Musical.
“Sueño con un mundo en el que todos mis conocidos tengan cicatrices en sus muñecas y delineador”
Desde la primera escena de EMO El Musical (velo aquí) te sientes envuelto en un gran flashback que te lleva a aquellas épocas donde la revista Grita era tu única amiga y querías que el mundo desapareciera porque estabas seguro de que el universo conspiraba en tu contra y todos te odiaban. “Sueño con un mundo en el que todos mis conocidos tengan cicatrices en sus muñecas y delineador” canta el protagonista en la primera escena, llorando con su guitarra rota en mano y delineador corrido de tanto llorar, al que aun así stalkearias en myspace porque es el emo boy que el mundo necesitaba.
Obviamente el prota tiene que sufrir, sino ¿qué caso tendría ser un emo que es feliz? por eso ignora a la chica emo de su futura banda y se enamora de la chica más religiosa de su grupo ¡que quiere bautizarlo! Las canciones tienen un ritmo muy real emo, fácilmente podrías visualizar a Modern Baseball, Brand New e incluso algo pxnk como NOFX interpretando el soundtrack de la película.
La película se desarrolla en un intercalo de canciones tristes sobre querer ser pateado, cortarse, morir sobre escenarios y otras tantas exageradamente positivas y religiosas que contrastan con el amor prohibido del chico. Si Shakespeare hubiera escrito Romeo y Julieta como un fanfic en metroflog, seguro esta habría sido su adaptación cinematográfica, pues incluso tiene una reflexión profunda (vaya, lo más profundo que podría ser una comedia) sobre el ser o no ser que involucra a Jesús.
Prepara tu mejor par de kleenex junto con tu lista favorita de reproducción en Spotify, porque al terminar la peli te quedarás con ganas de desempolvar el sad boy que siempre has llevado dentro.