Al llegar al Auditorio Nacional no pudimos evitar notar que unos mariachis amenizaban la espera al ritmo de «Everything Now», canción que da nombre al más reciente álbum de Arcade Fire. Seguro aparecerían en el escenario junto a los canadienses en unos minutos y, aunque es un cliché, el arreglo era tan bonito que creó una gran expectativa. Nos esperaban más sorpresas.
Los encargados de abrir el show fueron los colombianos de Bomba Estéreo, su fusión de ritmos bastó para que fueran personalmente elegidos por la banda estelar, sin embargo, una gran parte del público prefirió quedarse afuera a comprar merch o comer algo durante su presentación.
El escenario lucía imponente con todos los instrumentos que este colectivo usa, una bola disco prometía baile sinfín y el ring de boxeo se veía surreal en un lugar como el Auditorio. Aún más extraño fue que Chumel Torres saliera a presentar a la banda y su micrófono no funcionara.
La falla técnica no importó pues los canadienses caminaron hacia el ring entre la gente, recibiendo la ovación de un recinto agotado. La magia comenzó con «Everything Now» y todos se pusieron de pie para poder bailar cómodamente. «Haiti» fue el primer momento en el que vimos a Régine Chassagne adueñarse completamente del escenario, en una especie de trance que mantenía a todos cautivados.
Siempre ha sido importante para ella recalcar sus raíces caribeñas, el amor por ese país que como el nuestro sufrió un terremoto devastador. «Un dólar de cada boleto esta noche será para los afectados», dijo Win Butler antes de «No Cars Go», un clásico entre los fans, momento de piel chinita y lágrimas para algunos de los presentes.
La primera sorpresa vino con «Intervention», pues es esa canción intercambiable en el tour, la que sabes que sólo te toca en una fecha, no ambas. Pero sin duda lo que nadie esperaba era escuchar «Ocean of Noise», lo mejor fue que el outro significó la primera aparición del mariachi. «Neighborhood #1 (Tunnels)» fue un momento emotivo, donde destacaban los gritos y saltos de las personas en primera fila, que en esta ocasión se encontraban de pie, sin butacas.
The Suburbs es uno de los discos más queridos de Arcade Fire, por lo que escuchar el tema homónimo dedicado a los que están en proceso de reconstrucción después del 19s fue conmovedor. La bola disco tomó protagonismo en «Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)» y la alegría colectiva era palpable.
Una sorpresa más: «It’s Never Over (Oh Orpheus)», canción que no tocaban desde 2014. La era de Reflektor había llegado. Quizá el mejor momento fue «Afterlife» donde Win paseó entre el público. «Rebelion (Lies)» nos recordó cómo nos enamoramos de esta banda hace más de una década y si bien, el más reciente álbum no ha logrado ganarse ni a los más arduos fans, «Creature Confort» se coronó como la mejor canción de ese quinto material de estudio.
Arcade Fire es una banda que debe disfrutarse en directo. Es un colectivo de talentosos multi-intrumentistas que disfrutan cada segundo de lo que hacen, que quieren todo ahora, lo necesitan, no pueden vivir sin ello. Regresaron del encore con temas nuevos, la vieja confiable, y para la continuación de «Everything Now» de nuevo apareció el mariachi.
El momento había llegado. Todos estábamos listos para la canción más poderosa, la que, sin importar que hayamos crecido y nuestros corazones se hayan vuelto más fríos, nos recuerda lo importante que es esta banda para toda una generación: «Wake Up» resonó en cada rincón del lugar. Agradecidos, los canadienses se despidieron, pero se llevaron la fiesta hasta el camerino en una especie de batucada junto a los mariachis y nuestros coros.
¡Hasta mañana!, dijo un emocionado Win. Todos nos fuimos con el corazón contento.