FOTOS: DIEGO VIGUERAS
TEXTO: FERNANDO SÁNCHEZ
Lamb Of God está creciendo a pasos agigantados hacia el Olimpo. Verlos en vivo es perfección, su sonido es sólido, potente, destructivo y adictivo; el viernes en el Pepsi Center lo confirmaron.
El Pepsi Center no se distingue por tener el mejor sonido para bandas de metal, pero al mismo tiempo, Lamb Of God se distingue por sonar perfecto en cualquier escenario que pise, por lo que la acústica del lugar le hizo los mandados.
Con una puntualidad perfecta, a las 9 de la noche en punto se apagaron las luces para introducir a la banda con visuales de una inocente niña agarrando una flor, hasta ir poco a poco avanzando hasta sus ojos, hasta su alma. «Walk With Me In Hell» fue el inicio de una noche épica en la que Randy Blythe se encargó de ponerle la furia que lo ha distinguido desde el día cero de la banda.
Los hermanos Adler, como siempre, dieron una cátedra de lo perfectamente conectados que se encuentran junto a John Campbell y Mark Morton para formar una bomba auditiva que hipnotiza a cualquiera que se les pare enfrente. «Ruin» y «512» fueron las canciones que provocaron los primeros moshpits y eso que apenas iban 10 minutos de concierto… sin duda esto se iba a descontrolar.
Con «Ghost Walking» y «Engage the Fear Machine» el concierto llegó a un punto en el que la conexión entre la banda y el público era una realidad, todos uno mismo guiados por unos visuales llenos de violencia a todos los niveles de la existencia humana. En «Now You’ve Got Something To Die For» vimos imágenes de soldados caídos en batalla, una crítica a la guerra y a los ideales que sigue el hombre, muchas veces engañados por falsas doctrinas; de lo mejor de la noche.
En algún punto de los últimos 10 años, se ha dicho que Lamb Of God son los nuevos Cowboys From Hell, aludiendo a PANTERA, pues las similitudes de energía en el escenario, sonido pulcro y conexión con la gente, han hecho que la comparación sea inevitable. Mientras escuchábamos «Still Echoes», «Descending» y «The Faded Line» hicimos la comparativa mental entre ambas agrupaciones (personalmente pude ver un par de veces a Dimebag Darrell y compañía en vivo) y no se puede negar que lo que logra Lamb Of God en sus conciertos provoca algo similar, pero les faltan algunos años para sacudir el alma como lo logró PANTERA en sus mejores momentos (todo indica que LOG lo logrará en pocos años).
Las pantallas que custodiaban a Chris Adler no dejaban de proyectar impactantes imágenes de posesiones satánicas, guerra, peleas, religión y esclavitud. Estos mensajes, fundidos con los sonidos la música de la banda, lograron que lo que estaba pasando fuera mucho más que un simple concierto de metal. Lamb Of God es una banda con un mensaje, y se encargaron de contagiárselo a todos los que estuvieron presentes. Lograron, a través de sonidos, esparcir el cordero de Dios que quita los pecados del mundo.
Después de la poderosamente rápida «Hourglass», la banda dejó el escenario por unos momentos para salir con todo el poder de «Vigil» y «Laid To Rest». La gente empezó a aventar eufóricamente sus vasos de cerveza (esperamos que haya sido cerveza) hacia la gente de más adelante que seguía como bestia sin control, moviéndose en círculos al ritmo del bombo de Chris Adler, pero fue con «Redneck» que todo se desbordó.
Si alguien pensaba que los mejores momentos del concierto ya habían pasado y la gente se encontraba cansada, no sabía de lo que estaba hablando. Un circle pit que abarcaba casi medio Pepsi Center se hizo presente para también trasmitirle el mensaje a la banda de que en México no nos andamos con tonterías. Que somos gente furiosa, enojada que piensa y que cuando algo le parece lo confronta, que cuando algo le gusta lo recibe con los brazos abiertos, como lo ha hecho siempre con la banda, como lo hizo siempre con PANTERA, como lo hace con las leyendas y las futuras leyendas.
