División Minúscula: el fuego que nunca se apaga

Por casi 15 años, la banda originaria de Matamoros ha sido parte de nuestras vidas. Distintas generaciones se dieron cita el pasado viernes en el Teatro Metropólitan y lograron agotar los boletos, como ocurrió en 2014. El acto invitado fue Flip Tamez (Jumbo), quien agradeció a sus compadres de División Minúscula y al público que llegó temprano. Además, aprovechó para estrenar temas de su nuevo álbum, Un Tercio, que saldrá este mes.

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Pasadas las 9, se leía al fondo del escenario la palabra «División». Esa falsa pared de ladrillos desató los gritos de los asistentes. Ricci, Efrén, Luque, Kiko y Javier Blake salieron al escenario. Veneno es antídoto (S.O.S.) inició la nostálgica velada. Revienta y Sed nos llevaron por distintas etapas de la banda. Al terminar Control, Javier nos dio la bienvenida al teatro y dedicó Señales a los amigos que ya no están.

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Siguieron con Nuestro crimen y Cazador de sueños. Cada martes fue mejor de lo que pudimos imaginar. Nos fuimos a sus inicios con Extrañando casa, el momento en que todos los puños estuvieron en el aire y deseamos que no hubiera sillas para desatar el crowdsurfing. Javier cambió su guitarra para comenzar un momento acústico conformado por Préstame tu piel, Cansado de pedir perdón, Cursi  y Casa de Cristal.

Estas versiones fueron el preámbulo perfecto para el momento más emotivo de la noche: Sognare. La voz de Blake se hizo una con la del público. Los primeros minutos fueron casi a cappella y para el puente de la canción, toda la fuerza de las tres guitarras, bajo, teclado y batería estallaron junto con los asistentes. «Qué bonito cantan» dijo Javier al terminar.

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El público siguió saltando al ritmo de Humanos como tú, Tan fuerte, tan frágil  y Diamantina. La sorpresa de la noche fue Betty Boop, junto a Simple nos llevaron a esa escena punk rock mexicana que se dio al iniciar el milenio. Las luces de esta ciudad fue señal de que el show estaba por terminar. Pero no podíamos irnos sin que un Sismo ocurriera en el Metropólitan. Javier presentó a cada uno de los integrantes de la banda: sus «compadres», su «carnal». Abandonaron el escenario muy agradecidos, pero los gritos de: ¡otra, otra! resonaron en todo el teatro y los obligaron a regresar.

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Altamar y Voces pusieron fin a la velada. Como Javier mencionó antes: una vez que salen las canciones de División Minúscula, dejan de pertenecerles. Se convierten en propiedad de los fans, se vuelven sus himnos. 15 años de amores y desamores, amistades, recuerdos, todo dedicado a esas voces que nunca se callan.

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Fotos cortesía de OCESA

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